CAPÍTULO I: "LA RELAJACIÓN, UN ALMACÉN DE SENSACIONES"
Me gustaría comenzar a hablar de mi experiencia
con mis alumnos/as en técnicas de relajación haciendo una breve reflexión de
las causas que me llevaron a utilizar dichas técnicas en mis clases de Educación Física. Por
desgracia, este mundo actual en el que vivimos tiende a arrastrarnos en una
vorágine de prisa como si de un enorme remolino imparable se tratara. Muchas
veces hacemos las cosas por inercia, o porque se nos dice, o simplemente porque
sí, pero no reparamos en el porqué de dicha acción. En este sentido, los niños/as,
con sus típicos cambios de humor y su impetuosidad, también son víctimas de la
sociedad que nos ha tocado vivir.
En general, el ritmo de vida fuera del aula es
demasiado acelerado, no se reflexiona sobre las acciones que se hacen ni el
proceso para conseguir algo. Hacemos una cosa tras otra de forma
automática, sin pensar. De la misma manera, los alumnos/as imitan su entorno,
cayendo en la trampa, y por supuesto, a esto podríamos añadir otras
circunstancias tanto personales como externas que influyen en ellos. En mis
clases he observado que los alumnos/as tienden a reproducir los mismos esquemas
de comportamiento dentro del aula, que previamente han aprendido en el exterior
y que tienen muy interiorizados, basados en la prisa, la falta de reflexión y el
llegar al objetivo sin importar como; aludiendo a la famosa sentencia de
“importa el fin y no los medios para conseguirlo”.
En definitiva, me decidí a tomar cartas en el
asunto e intentar poner mi granito de arena para mejorar la situación. Es
sabido que cuando las personas, y por ende los alumnos/as, están sosegadas su
rendimiento es mayor, teniendo así una mayor capacidad de concentración,
prestando más atención a lo que hacen o se les diga que hagan. Según los
expertos, hay una larga serie de beneficios comprobados. La
relajación diaria reequilibra y fortalece a la persona, le brinda mayor energía
psíquica ya que le permite descansar y recargar las pilas, y le aporta la
tranquilidad para afrontar las decisiones y dificultades que se presentan con
mayores garantías, sin la crispación de la tensión y los nervios. El axioma
principal en esta práctica es el que relajarse puede convertirse en un hábito
si se practica periódicamente. Al principio, puede parecer que no funciona
pero, con el paso del tiempo, te das cuenta de que los verdaderos resultados
aparecen con el paso del tiempo, cuando se practica de manera habitual. Por
eso, es conveniente hacer estos ejercicios de relajación en el mayor número de
clases posible.
¿Qué entendemos por relajación? La relajación es una técnica muy sencilla de aplicar que resulta de enorme ayuda en estados de tensión, nerviosismo o ansiedad que se presentan en numerosas situaciones de la vida, y que deben ser controladas ya que, de lo contrario, si no se reducen estas situaciones negativas, éstas pueden conducir al fracaso como, por ejemplo, en los nervios previos a un examen.
La técnica más fácil y eficaz es procurar un descenso de la actividad física y mental, es decir, relajarse y olvidarse de lo que se estaba haciendo antes. Sobre todo, cuando tenemos clase después del recreo y los alumnos/as vienen pasados de vueltas. A mis alumnos/as suelo decirles que ya no están en el recreo, sino en clase. Intento que sean conscientes del cambio de situación y comiencen una nueva dinámica de actividad física y mental. Existen diferentes formas de buscar la relajación con un mismo objetivo fundamental: permitir que los miembros del grupo-clase liberen tensiones al relajarse en pocos minutos. Un factor primordial es que el profesor/a, maestro/a u otro profesional a cargo de los alumnos/as que realice las técnicas de relajación utilice un tono de voz pausado, moderado, y que se tome todo su tiempo, sobre todo cuando se aplica por primera vez.
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